Nunca voy a
borrar de mi mente lo visto en el viaje Cayo Santa María – Varadero. La
aventura comenzó al mediodía en el Hotel Sol Cayo Santa María, nuestra cara de
alegría fue inmensa al ver que el traslado regular se había transformado en un
auto privado que nos transportaría sólo a nosotros dos con un chofer a nuestro
próximo hotel en Varadero. Cuando todo el equipaje se encontraba a bordo y ya en
camino a salir del cayo nos preguntó qué camino queríamos seguir, si deseábamos
ir por la autopista que era más largo y despoblado o por los pueblitos costeros
que era más corto y pintoresco.
Sin
pensarlo un minuto elegimos el de los pueblitos porque cuando habíamos ido de
La Habana a Cayo Santa María, no habíamos tenido elección, nos había tocado por
la autopista y habíamos constatado que era un paisaje árido y casi desierto.
Luego de 6
intensos días de playa era la hora de irse… hacia otra playa, Varadero, la
batalla que no pude ganar. Yo quería quedarme todo el tiempo en el Cayo pero
los días y horarios de los traslados terrestres regulares no combinaban asique
la opción era pasar unos días más de playa en Varadero que está muy cerca de La
Habana, pues luego deberíamos hacer otro traslado Varadero – La Habana, para tomar
un vuelo de Copa Airlines muy temprano en la mañana.
Podría,
ahora que reflexiono ponerle un título a cada traslado que hicimos en Cuba:
1.- La Habana – Cayo Santa María: el
descubrimiento.
2.- Cayo Santa María – Varadero: imágenes de la
Cuba que no quieren que veamos.
3.- Varadero – La Habana: Terror en la noche
cubana. O el día que le recé a todos los santos que amaneciera para llegar sana
y salva al aeropuerto.
Primer
Traslado
La
Habana – Cayo Santa María: el descubrimiento.
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El cartel dice: TENEMOS Y TENDREMOS SOCIALISMO |
Para
comenzar la historia del modo en que la vivimos les cuento como fue el traslado
desde La Habana a Cayo Santa María. Luego de cuatro días inolvidables en La
Habana pasados en el histórico Mercure
Seville, hotel en el que se hospedó Al Capone, y sobre el que pueden leer más haciendo clic AQUÍ nos vinieron a buscar para emprender el camino por tierra al Cayo.
Más temprano medio hotel se había vaciado con el traslado que llevaba a todo el
mundo al aeropuerto para hacer el mismo tramo pero por avión. Quedamos solos y
esperando, yo sólo quería que saliera
todo bien pues me había esforzado mucho por separarme de la manada que iba en
avión.
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Cartel: CUMPLIMOS TODO LO QUE JURAMOS EN BATALLA |
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Cartel: ESE ABSURDO PRIMER MUNDO CONSUME LAS TRES CURTAS PARTES DE LA ENERGIA QUE SE PRODUCE EN EL MUNDO |
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Cartel: UNIDAD, FIRMEZA Y VICTORIA |
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Cartel: JOVEN CLUB LA COMPUTADORA DE LA FAMILIA CUBANA |
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Gente caminando por la autopista llevando cosas |
Aprovechamos
para darle una última mirada y sacarle fotos al hotel – museo en el que
estábamos alojados a sólo dos cuadras de la Plaza central de la Habana. Sobre
este precioso lugar y nuestra experiencia me ocupé en el post que pueden ver
AQUI.
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Se entra en la autopista, las garitas quedaron de otra época no se paga peaje. |
Entré a la
van con capacidad para quince personas esperando encontrar mayoría de extranjeros,
atrás mío entró Adri, entonces todos atinaron un Good Morning, al tiempo que la
guía vociferó nuestro apellido típicamente español y cuando contestamos en
castellano se vieron muchas caras de sorpresa. Nos sentamos en donde había
quedado espacio en asientos separados y comenzó la aventura pues fuimos los
últimos en ser buscados, luego sabría que quizás hubiéramos sido los ÚNICOS.
Tal vez pasaron
sólo tres minutos antes de que iniciara conversación con el señor que tenía al
lado. Los únicos callados del bus éramos nosotros, escuchaba para mi sorpresa
acento cubano cosa que no podía creer pues como la mayoría de la gente pensaba
que iba a un país en donde los turistas estaban celosamente separados de los
locales… y así había sido hasta hacía medio año.
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Autopista, tres manos de ida, tres de vuelta SIN PARQUE AUTOMOTOR |
Conversé
con el señor de al lado y con su señora y con el compadre y pronto con el bus
entero. Eran TODOS cubanos que se dirigían a unas vacaciones en el mismo resort
que nosotros, porque ahora podían acceder a ellos pagando una pequeña fortuna.
El viaje duró sólo tres horas pero yo hubiera querido que fueran seis u ocho.
Era tanto lo que había para mirar hacia afuera en el paisaje y al mismo tiempo
para escuchar de las experiencias de vida que la cabeza, los ojos y oídos no
sabían a qué atender primero.
Estábamos
en un lugar cerrado, privado y confiable pues ellos estaban en familia, por lo
cual no había forma que alguien con fuerza de policía viniera a hacerlos
callar. No recuerdo sus nombres, no tomé fotos, sólo escuché por tres horas el
pedacito de vida de esas personas. Me emocioné, reímos y cuando bajé de esa van
sentía que había pasado mucho más tiempo y que había vivido algo muy especial a
través de esos relatos. Creí y entendí que posiblemente ‘las historias’ nos
buscan, repasé lo difícil que había sido convencer al operador de que yo quería
ir por tierra y conocer más paisaje y no por aire con los miles de europeos y
argentinos.
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Estadio de algo que los chicos de bus se pusieron de poder ver |
El gran atractivo
de este traslado era que antes de entrar hacia el Cayo se pasaba por Santa
Clara donde estaba enterrado el CHE Guevara, luego de una parada en ruta en una
estación de servicio en la que hacía como 50 grados
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En la estación de servicio, wow qué autos pero usan motores modernos y consumen lo que los modernos. |
seguimos viaje y al poquito
rato llegamos a un punto en el que el chofer dijo: -Estamos entrando en Santa
Clara lugar donde están los restos del CHE, vamos a ver su tumba o nos vamos
para la playa? La única que quería ver la tumba era yo y asumo que Adri pero la
explosión de la mayoría se hizo oír, LA PLAYA! Creo que en otro momento hubiera
luchado por mi derecho a visitar lo que decía ‘el traslado – excursión’ pero
con lo oído y lo que me faltaba escuchar me entregué a la decisión del resto. El chofer entonces dobló raudamente
hacia ´la ruta del mar’.
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Foto 1 de Santa Clara, cuando pensaba que iba rumbo a la tumba del CHE. |
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Foto 2, cuando supe que iba camino al mar |
Luego de parar
en una suerte de garita en la que pidieron lista de pasajeros y nos contaron
entramos en ese camino soñado. La ruta estaba en obra pero se veía la
construcción arriba de los corales, la tormenta amenazaba y no me daban muchas
ganas de estar allí si entre el mar y la lluvia había una delgada cinta asfáltica. El conductor aceleró y nos comunicó que ya estábamos en el cayo, y que en breve llegaríamos al hotel. Merece un comentario aparte
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La garita del estricto control de pasajeros. |
decir que en el momento en el que controlaban miraban y
contaban la gente en la van observé en el resto de los pasajeros una sensación
de susto, miedo, o control o no sé qué.
Al llegar
al hotel nos separamos y saludamos como si nos conociéramos de siempre, hicimos
el check in y sólo nos vimos una vez en toda la semana en un desayuno. Por alguna
razón y en el mismo hotel nuestros caminos no se cruzaban, pienso que ya lo
habían hecho y de una forma muy potente.
Aquí algunas de las pocas
fotos que saqué sobre el bus, muchas están fuera de foco, ahora mirándolo a la
distancia, creo que todo lo que escuché me desenfocó a mí, a mi posición sobre
Cuba, sobre su gente, sobre su historia.
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Y ya sobre el cayo y la arena, seguían los carteles. |
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El conductor nos mostraba lo cerca que estábamos |
Por suerte
empezaba otra aventura con otra gente… la del hotel, la que llegamos a conocer
porque hicimos del bar de playa nuestro segundo hogar y de la gente que trabajaba
allí nuestra familia durante los días que estuvimos. Por cuestiones meramente
de accesibilidad, llegué a conocer aún más a los empleados del hotel, resulta
que el hotel no contaba con una silla de ruedas pero tenía esos carritos de
golf que andaban por todos lados y me aseguraron que el hotel era lo
suficientemente pequeño y bien comunicado para que pudiera ir por todos lados
con ellos a quienes podía llamar por teléfono desde la habitación o parar en
cualquier punto del hotel. Contenta sabiendo que estaba en un país en el que SI
NO LO TENEMOS LO HACEMOS me dispuse a disfrutar del hotel cosa que les contaré
en otro post.
Segundo traslado:
Cayo
Santa María – Varadero: imágenes de la Cuba que no quieren que veamos.
Luego de 6 intensos días de playa era la hora de irse hacia otra playa, Varadero, la batalla que no pude ganar. Yo quería quedarme todos los días en los Cayos pero los días y horarios de los traslados terrestres regulares no combinaban asique la opción era pasar unos días más de playa en Varadero que está muy cerca de La Habana, pues luego deberíamos hacer otro traslado Varadero – La Habana, para tomar un vuelo de Copa Airlines hacia Panamá muy temprano en la mañana.
Éste fue el traslado de la sorpresa, de lo inesperado, subirse en Cuba en un auto último modelo, con aire acondicionado e ir por todos esos pueblos y pasar cual un fantasma fue muy raro pero absolutamente maravilloso.
Otra vez un cubano con nosotros a quien sin testigos podíamos preguntarle todo lo que quisiéramos. Otra vez el camino del mar y otra vez una tormenta en ciernes, luego en acto y luego mirar al cielo y pedir que pare el viento y la lluvia al menos por un rato hasta llegar a tierra firme en la isla. Me sentía como un equilibrista sobre un hilo, así se veía la ruta durante la tormenta. No tengo fotos porque no podía despegar los ojos del camino buscando llegar a tierra firme. Hoy lo recuerdo como una gran aventura pero en ese momento quería tener un fórmula uno para acelerar a trecientos kilómetros por hora.
Una vez en
tierra firme la tormenta seguía amenazando pero ya sabía que no terminaría en
el mar. Como mucho deberíamos parar si la ruta se ponía peligrosa. Como no
olvidaba el pendiente de la tumba del Che y ya que quedábamos puro argentino y
él le pedí pasar, me contestó que para hacerlo debíamos ir a Santa Clara y
tomar la autopista. Elegimos los pueblitos de cara al mar. Aún no sé si fue
mejor porque a la tumba no fui pero lo que nunca se va a borrar de mi cabeza
fue todo lo que ví en esos pocos cientos de kilómetros.
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Dos que se encontraron, decidieron charlar en la ruta mientras los que veníamos atrás esperábamos a que terminaran su charla. |
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Taxi tracción a sangre animal en un pueblo de la costa. |
Como todos
los cubanos el buen hombre tenía cosas para contar de cada pueblo. Que si tenía
un tío, que si por aquí pasaron los revolucionarios. Pasó bien despacito y nos
mostró hacia dónde quedaba la clínica donde habían internado a Maradona. La
ruta era preciosa, de repente veíamos el mar. El tráfico era casi inexistente
porque NO HAY DEMASIADOS AUTOS y menos aún en el interior. La gente CAMINA a
todos lados y LOS TAXIS son bicicletas que llevan gente, o sea a tracción de
sangre humana.
Nunca
bajamos ni hablamos con nadie. Por esa razón lo que tengo es la imagen y la
película que me armé sumado a lo que el señor que manejaba contaba.
Lo que no podía
sacar de mi cabeza era la cara con la que nos miraban y le pregunté al
conductor qué era lo que les llamaba la atención. Me contestó que por ahí no
pasan ‘autos así’. Había paisajes y escenas dignas de retratar con una cámara
pero muchas veces nos dio vergüenza sacarla para tomar fotografías. A pesar
luego de estas palabras les dejo algunas que saqué y otras de Adri.
Tercer traslado
Varadero
– La Habana: Terror en la noche cubana.
O
el día que le recé a todos los santos que amaneciera y llegara sana y salva al
aeropuerto.
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No quería olvidarme de toooda la línea Ciego Montero que fue lo que tomamos durante toda la estadía. |
Varadero
era todo lo que me había imaginado, un destino turístico antiguo, desgastado y
muchas veces incómodo para quienes lo visitan. El Acoso de cualquier tipo de
empleado poco menos que exigiendo propina en un all inclusive me pareció
desgastante.
Luego de cuatro
largos días en Varadero finalmente tocaba volver para La Habana y tomar el
avión rumbo a unos días en Panamá. El hotel Sol Palmeras de Varadero y la
experiencia también para otro post.
Nos pasaron
a buscar a las 330am, el vuelo salía a las 8.30am desde La Habana, tiempo
estimado entre Varadero y el aeropuerto dos horas y media. Subía al lado del
conductor porque era más fácil que subir atrás. Usé la silla que me prestó el
hotel hasta el preciso instante de subir al traslado. La cara del señor al ver
la silla estuvo por ser … pero antes de que suspirara fuerte le dije que podía
subir con ayuda y que la silla era del hotel. Arrimó a su comisura el esbozo de
una sonrisa y me dejó subir al frente. (éste señor era la excepción a la regla
general de los cubanos que son super amables, pero pensé que era por ser de
madrugada)
Pasamos
luego por otros hoteles cinco estrellas, en cada uno la gente subía de peor
ánimo. Se quejaban porque era de madrugada, porque hacía calor y otras miles de cosas. En esos momentos me
pregunto si esa persona primero que nada no está de vacaciones y luego también
me pregunto si no tuvo tiempo o espacio para cambiar lo que no quería en el
único tiempo en el que uno tiene todos los derechos que es en el propio tiempo
libre. En fin, reflexiones de mi etapa de profesional de viajes que no puedo
evitar.
Cuando
salimos a la ruta me quedé con la boca abierta, la luz en la ruta era
INEXISTENTE, nos alumbraban las estrellas. La ruta estaba siendo arreglanda
entonces la habían señalizado con tachos de los que salía fuego, por estar en
el asiento del frente tenía una visión total, hubiera preferido no tenerla.
Los
topísimos compañeros de viaje que habíamos buscado en un afamado 5 estrellas
comenzaron a quejarse en voz más alta por todo y en especial por el calor y
demandaban aire acondicionado para no morir asfixiados. Yo que veía la cara del
hombre a punto de erupcionar cual volcán y recordaba las historias del taxista
que nos contaba que los traslados suelen no prender el aire acondicionado para
ahorrar nafta pues ya no se la brindan gratuitamente y corren cada vez con más
gastos para trabajar, sabía por dónde venía el tema cuando el chofer decía que
el aire se había averiado y no funcionaba.
La pelea
conductor – huésped se iba poniendo más intensa cuando de repente la van se
detuvo en una precaria estación de servicio. El conductor abrió el capot y
arregló o simuló arreglar algo en el aire. Un instante después salía aire frío
de una manera que en minutos yo estaba a punto estalactita. Adoré ser previsora
y llevar siempre abrigo aunque fuera verano, me cubrí, me emponché y como
estaba muy angustiada entre el frío, la pelea y el hecho de pensar que si se
detenía de nuevo jamás iba a llegar al avión que me sacaría de allí, me dormí.
Cada tanto
y en algún salto a causa de un pozo en el camino abría un ojo pero lo volvía a
cerrar sabiendo que nada podía hacer para cambiar la situación de adentro o
afuera de la camioneta. Si mi cuerpo quería despertar, yo sólo me ponía a rezar
para que llegáramos a tiempo, sanos y salvos.
Finalmente
llegamos a las afueras de La Habana, ya había luz y semáforos, estaba
amaneciendo y todo lo pasado quedó para engrosar una anécdota más de viaje.
Jamás me
sentí tan feliz con llegar al aeropuerto tan temprano como ese día, fuimos los
primeros en hacer el check in y no me daban los piecitos para hacer migraciones
y esperar el avión en la puerta de embarque.
Hasta el
desagradable personal del aeropuerto con su tono amenazante al cobrar la tasa
que sólo puede pagarse en CUC me parecieron angelicales. Precavidos habíamos
guardado dinero para pagarla asique no fue molestia. Luego pasamos por aduana
donde te hacen sentir que no sos, que no pertenecés y que estás en la Unión
Soviética o que algo te va a pasar si hacés un movimiento en falso.
Luego
pasamos al limbo turístico que es el área de compras libre de impuesto más
conocida como Duty Free. Después de pasar por donde vendían habanos y ron proseguimos
a esperar en las incómodas sillas de la sala de embarque que me parecieron las
más bonitas del mundo. Gastamos los últimos CUC en un desayuno improvisado
mientras esperábamos el avión.
Si bien el
último traslado fue un poco tenebroso, fue más que nada por la lucha humana
adentro y por los malos humores que se juntaron con un poco de mala educación y
altanería. Casi en todos los momentos estuve más de parte del conductor que del
turista quisquilloso a quien hubiera querido dormir. Pero como no lo pude
dormir a él me apagué yo. Pedí que el señor pudiera llevarnos a destino sin
perder los estribos ni el control de la van.
Nota sobre
el armado del viaje:
Me costó
mucho convencer a la agencia de que me dieran el viaje que yo quería. En las
agencias de viaje venden una CUBA ENLATADA, que consta de: paquetes de 6 o 13
noches volando por la aerolínea de Cuba e incluye una o dos playas y La Habana
que se usa casi solamente para hacer conexión. Los operadores turísticos que
son quienes les venden a las agencias creen que eso es al gusto y a LA MEDIDA
DE LOS ARGENTINOS. Hacer el viaje de este otro modo, con otra aerolínea,
distinta cantidad de días y traslados terrestres en vez de aéreos lleva más trabajo por parte de la agencia que
arma el viaje. En las agencias insisten con decir que desde La Habana a todo el
resto de los destinos sólo se vá por avión, pues no es así, LOS TRASLADOS
TERRESTRES EN CUBA EXISTEN, SON BUENOS Y SE LLEVAN A CABO DE ACUERDO A LO QUE
DICE LA DOCUMENTACIÓN o voucher.
Recorrer
las rutas cubanas es placentero, NO HAY TRÁFICO Y LOS PAISAJES SON
ENCANTADORES. Si tiene el dinero para hacerlo en traslado privado seguramente
se podrá bajar y conocer rincones llenos de encanto.
Volvería a La Habana y a recorrer otras
ciudades. Cuba es para ir más de una vez y en cada viaje disfrutarla,
descubrirla y conocerla. NO SE LA PIERDAN!
Post y fotos dedicados a Yary una joven cuabana que conocimos con mamá en tierras del tío Sam. Yary nos contó como se fue, luchó, trabajó y hasta hubo tiempo para mirar al cielo y soñar.